Hace tiempo que me enamoré de una chica que conocí en la barra de un bar. Al principio todo era perfecto salvo por pequeños detalles sin importancia. Eran minucias, a veces ponía caras extrañas o le daba por dar volteretas sin venir a cuento.
La cosa fue a peor, cada vez las caras eran más extrañas y las volteretas venían menos a cuento. Si a eso unimos que se compró un vestido blanco tirando a rancio y que las caras, las acompañaba con gestos de bruja chiflada, os podéis hacer una idea del percal.
Mis amigos me decían que una mañana me iba a encontrar los huevos en la mesilla de noche. Yo no les hacía caso, el amor es ciego.
Pero un día cuando volví a casa, lo vi todo claro. Después del numerito que me montó, ve la luz hasta Serafín Zubiri.
Gracias a dios me dejé la webcam encendida, así la gente dejó de llamarme exagerado.
Ese apellido no podía traer nada bueno.
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2 comentarios:
Pues allá tu, porque la chica tenía su aquel...
Más que su aquel, tiene su más allá.
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